Historia de León

6.10.05

5.4.- León en el Siglo XV

Durante los años de gobierno de Juan II (1406-1454) el ascenso de su favorito Alvaro de Luna a las primeras dignidades de Castilla y el favor regio al condestable despertaron recelos y malquerencias en un sector de la nobleza del que formará parte destacada el linaje de los almirantes de Castilla, los Enríquez, junto a sus principales aliados y parientes: los Quiñones, señores de Luna, y los Pimentel, condes de Benavente.
Estos enfrentamientos culminan con la decapitación de Alvaro de Luna en Valladolid. El condestable después de escuchar su escueta sentencia de muerte:
“¡Esta es la justicia que manda hacer el Rey, nuestro señor, a este tirano usurpador de la Corona real!¡Mandalo degollar!”,

aceptó su destino con fría entereza según Pedro Porras (1995). Poco tiempo después fallece el propio monarca (1454).
El afianzamiento de la nobleza tras esta penosa proeza unido a las mercedes dispensadas por los Trastámara a la primera aristocracia del reino, entre cuyos linajes más señeros se encuentran algunos leoneses como los Quiñones, Guzmán, Acuñas, Enríquez, Pimentel u Osorio, ratifican su posición de fuerza frente a la corona. Sin duda la etapa de gobierno de Enrique IV (1454-1474), sucesor de Juan II, supuso para este sector un auténtico espaldarazo a su política de desafío al poder regio pues a lo largo del periodo comprendido entre la muerte de Juan II y la entronización de Isabel I (1474), aparecen marcados por esta actitud altanera de la aristocracia que, sin embargo, no deja de proporcionarle pingües beneficios pues, durante el reinado de este monarca, tan sólo los territorios de León, Zamora y Toro permanecen en poder del patrimonio de la corona mientras que la mayor parte de la actual provincia de León pertenece a una u otra Casa.
La extraña amistad de Beltrán de la Cueva con la reina y su favor con el monarca proporcionan un nuevo motivo de enfrentamiento entre nobleza y trono que abre una querella civil cuyo episodio más conocido y representativo es la llamada Farsa de Ávila (1465) en la que, a través de un monigote que representaba a Enrique IV, la nobleza contraria al monarca despoja al soberano de su autoridad y, allí, invisten de los regios atributos al hermano del rey: Alfonso, a quien coronan como Alfonso XII. Pese a todo buena parte de los concejos, especialmente los leoneses, se mantuvieron en el bando de Enrique IV.
La muerte en 1469 de este infante y el matrimonio, un año después, de la nueva heredera Isabel, con el príncipe aragonés Fernando unido al apartamiento de la sucesión de la propia hija del monarca castellano, Doña Juana, apodada la Beltraneja, marcan los años finales de este soberano caracterizados por un auténtico vacío de poder político.