Historia de León

21.12.05

7.- León en la Historia Contemporanea

El 24 de abril de 1808 los leoneses se alzan contra los franceses mientras que los madrileños lo harán el 2 de mayo, momento en el que se considera que comienza la Guerra de Independencia. La resistencia se organiza en 13 juntas provinciales, como poderes revolucionarios, soberanos y autónomos, que se enfrentan al Consejo Real. Con objeto de constituir una Junta Central se ratifica, el 10 de agosto, el Tratado de unión entre los reinos de Castilla, León y Galicia. Surge una confrontación entre la Junta de León y la Capitanía de Castilla la Vieja por el intento de ésta de disolver e incorporar a aquella, produciéndose la máxima tensión cuando el capitán general detiene a los delegados de la Junta de León que iban a incorporarse a la Junta Central. El conflicto es resuelto por la Junta Central que arresta al capitán general y ordena que se admitan los diputados en representación del Reino de León. La Guerra finaliza con la retirada de España de José Bonaparte en el verano de 1813. Durante la Guerra de la Independencia, la Junta Central convoca Cortes en la ciudad de Cádiz cuyo acto inaugural se celebra en septiembre de 1810. León envió a las Cortes de Cádiz siete diputados, cinco en representación de la provincia y reino de su nombre, uno de la Junta y otro de la capital, por tener esta ciudad voto en Cortes. En el artículo 10 de la Constitución de Cádiz de 1812 se enumeran la división territorial española entre la que se incluye a León junto al resto de reinos españoles. En el Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 se establecen las provincias actuales como las entidades administrativas superiores en las que se divide España. En su artículo 2 se delimitan los antiguos reinos: La Andalucía con los reinos de Córdoba, Granada, Jaén y Sevilla, Aragón, Principado de Asturias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Extremadura, Reino de León, Reino de Murcia, Reino de Valencia, Navarra, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, Islas Baleares e Islas Canarias. "El reino de León [se divide] en las [provincias] de León, Salamanca y Zamora". Durante la 1ª República, la Comisión Provincial de León reclama la creación de un estado autónomo leonés ya que el preámbulo constitucional manifestaba que los estados se harían según los antiguos reinos, oponiéndose a su integración en el estado de Castilla la Vieja, que junto al estado de Castilla la Nueva configuraban el estado federal castellano. Posteriormente, durante la 2ª República, León figura en el artículo 10 del Tribunal de Garantías Constitucionales, al igual que el resto de las regiones históricas españolas (excepto Cataluña que cuenta con estatuto de autonomía), en la relación de regiones no autónomas. En plena guerra civil en Asturias se produjo una situación autonómica al margen de la prevista en la Constitución de 1931: debido a las circunstancias bélicas, el aislamiento territorial y la presión popular se refrenda y reconoce por el Decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros de 23 de diciembre de 1936 el Consejo Interprovincial de Asturias y León que tuvo su sede en Sama de Langreo y, al parecer, se planteó la necesidad de un Estatuto de Autonomía regional. Llegó a emitir moneda propia y el Consejo asumió la plena responsabilidad del mando en el territorio de su autoridad. Todo acabaría con la ocupación de Gijón el 20 de octubre de 1937.

24.10.05

6.4.- ¿Qué quedó del Reino de León medieval?

Hace años, fui invitado por la Asociación Río Tuerto de Santibáñez de la Isla, a dar una conferencia en Navidad, con el tema de la Identidad Leonesa. Luego he seguido reuniendo notas sobre este tema, mucho más complejo de lo que se podría pensar. Parece claro que León tiene unas señas de identidad, como las tiene cualquier territorio español; pero definirlas y documentarlas es bastante arduo. De ahí partió la idea de estudiar cómo era posible que uno de los reinos medievales españoles, el de León, hubiese perdido de tal manera su identidad que para muchos pase por ser parte de la región vecina, Castilla. Aunque la monarquía leonesa fenece en el año 1230, nada hace pensar que sus instituciones fueran "tragadas" por las de su vecino castellano, mientras sorprendentemente, las de Galicia, Asturias y Extremadura que eran también tierras de la corona leonesa, sí las conservaron. De forma algo desordenada, presento hoy un primer avance de lo que son ya varias cajas de notas.

1. Instituciones de la Administración General del Reino de León. La principal Institución administrativa y que más tiempo perduró fue la del Merino Mayor del Reino de León, luego denominado Adelantado Mayor del Reino de León. Nace en el siglo XII para la administración territorial de Galicia, Asturias y León, siendo copiada por Alfonso X el Sabio para la adminis- tración de la Corona de Castilla (Adelantamientos de Castilla, Campos, Frontera, Cazorla, etc.). El cargo titulado Adelantado Mayor del Reino de León, existió hasta el año 1834 cuando sus funciones se distribuyeron entre el Alcalde de León, el "Jefe Político" de la provincia de León (Gobernador civil), el Jefe de la Plaza de León (Gobernador Militar) y el Presidente de la Audiencia Territorial de Vallado- lid, que heredó las funciones judiciales. Este Adelantado tuvo en origen funciones políticas, militares, fiscales, judiciales, etc., si bien variaron mucho en la Edad Moderna; sabemos que su jurisdicción fue muy variable a través de los siglos, ocupando normalmente las actuales provincias de León, Zamora y Salamanca, incluyendo a veces Galicia y Asturias, las cuales con el tiempo crearon sus propias Audiencias y Juntas para estas funciones del Adelantamiento. Sus funciones judiciales las realizaba a partir del siglo XVI en la denominada Real Audiencia del Adelanta- miento del Reino de León, instalada en el Palacio Real de la Calle de la Rúa (León) donde permanecía en 1815, siendo agregada antes del año 1876 con sus pertrechos al Juzgado de Primera Instancia de León. Entre sus funcionarios contaba en 1750 con un Fiscal del Tribunal del Real Adelantamiento y con un Receptor de ejecuciones del Real Adelantamiento. Entre sus cargos dependientes estaba el de Alcalde Mayor del Reino de León que sentenciaba pleitos en 1526. En el año 1826 era su titular Julián de Bringas firmando como Alcalde Mayor en ejercicio de Corregidor de la ciudad de León, su jurisdicción y Reino. Otro cargo dependiente, también de tipo judicial era el de Alguacil Mayor del Real Adelantamiento de este Reino de León, que en 1693 recaía en el Regidor de León, Bal- tasar de Prado. En 1750 creadas ya una especie de —provincias“ denominadas Intendencias, consta Agustín Giráldez como Intendente Gene- ral del Reino de León, que era un cargo con funciones militares, de hacienda, etc.

2. Otros cargos de origen medieval. Independientemente del Adelanta- miento, existen un montón de cargos públicos apellidados "del Reino de León", muchos de los cuales se originaron en la Edad Media cuando aún existía la monarquía leonesa, y que perduraron para la administración de sus territorios durante los siglos posteriores. Entre estos podemos mencionar al Notario Mayor del Reino de León, y al Canciller Mayor del Reino de León; este último se documenta desde 1127 en que Alfonso VII agregó el cargo de Capellán Mayor del Rey de León, al de Arzobispo de Santiago; desde 1309 con Fernando IV de Castilla y León, los arzobispos de Santiago son Cancilleres Mayores del Reino de León y Capellanes Reales. Aunque hoy es cargo honorífico, es usado aún por los Arzobispos de Santiago, supongo que como Notarios de Rey de España en cuanto que herederos de los Reyes de León, por ejemplo en la ofrenda anual al Apóstol Santiago. Se trataba de cargos simila- res a los de un Ministro Secretario del Gobierno, ya que daban fe de los documentos emitidos por el monarca. Originado en los privilegios que la ciudad de León tenía como Corte, y en particular en el del Tribunal del Libro en el que se juzgaba por el Fuero Juzgo y los Fueros de León, existían cargos como el de Procurador General y Defensor de Pobres, viudas y huérfanos del Reino de León; se parece en sus funciones a la del actual "Defensor del Pueblo" y lo documentamos con este nombre entre 1546 y 1834 siendo ocupado por un Regidor de la ciudad de León.

El título de Condestable de los Reinos de León y Galicia, bastante desconocido, fue objeto de un estudio en el s. XVIII a cargo de Juan Dávila Quesada. Se trata de uno de los muchos cargos medievales comunes a todos los territorios de la Corona de León, y que con frecuencia en su título señalaban a las dos principales circunscripciones: Reino de León y Galicia.

3. Cargos creados en la Edad Moderna. Entre los nuevos cargos creados en la Edad Moderna, para la administración del amplio territorio del Reino de León (León, Zamora, Salamanca, Tierra de Campos y a veces Asturias), tenemos el de Administrador de millones del Reino de León, que ocupaba en 1645 el Regidor de Toro, Antonio de Torres Sedano; se trata en realidad de un funcionario de Hacienda encargado del cobro de un tributo. Para la administración militar se cita en el s. XVII al Sargento Mayor del Reino de León, el cual residía en su cuartel de la ciudad de León. Dentro de este ramo militar, surge en este siglo un cargo nuevo denominado Alférez Mayor del Reino de León, el cual tenía como principal cometido el "alzamiento de pendones"; se trata de una vieja ceremonia que se documenta desde el siglo XV, consistente en la proclamación de cada nuevo soberano que accedía a la corona española, como Rey de León: León y todo su Reino por el Rey don ... Este cargo recaía en un Regidor de León hasta su supresión en 1834 al crearse el Ayuntamiento Constitucional. Para la administración de los bienes estatales forestales, estaba el Subdelegado de Montes del Reino de León, citado en 1801 en un pleito sobre la poda abusiva de árboles en un pueblo. Para la vigilancia y reparación de puentes estaban los Comi- sionados para las dependencias de puentes del Reino de León, que en 1738 eran dos Regidores de León. En 1678 vemos al historiador Felipe de la Gándara, nombrado por las Cortes de Castilla y León como Cronista de Su Majes- tad en los Reinos de León y de Galicia, cargo muy apetecido por su alta remuneración.

4. Títulos de la monarquía española. El título de Rey de León aparece por primera vez el año 914 con Ordoño II y duró hasta 1230, total: 316 años. A partir de ese momento, aparece junto al de Rey de Castilla hasta que en 1518 Carlos I los sustituye por el de Rey de España. Los territorios que la Corona de León aportó en 1230 fueron: Asturias, Galicia, Reino de León (León, Zamora y Tierra de Campos) y la Extremadura Leonesa (parte de Zamora, Sala- manca y parte de Cáceres), los cuales siguieron teniendo sus particularidades jurídicas y sus territorios, hasta la creación de las provincias en 1833 y la liquidación del "Antiguo Régimen". El mayor conjunto de tierras lo formaban lo que duran- te la Alta Edad Media y toda la Edad Moderna se denominó "Antiguo Reino de León" y que coincidía con las actuales provincias de León, Zamora y Salamanca, más la Tierra de Campos. Desde tiempos de Isabel II, está en desuso el ceremonial medieval de que cada nuevo Rey de España sea "proclamado“ según sus antiguos usos en cada capital de los viejos reinos, y así sucede en León que suspendió las proclamaciones a partir de Alfonso XII. Sin embargo de vez en cuando Juan Carlos I emplea la denominada "intitulación larga“ es decir: Rey de España, de Castilla, de León, de Aragón, etc. En ese amplio listado de títulos hay varias de origen leonés como los de Rey de León, Señor de Molina, Rey de Jerusalén, Canónigo de la (sic) Catedral de León, etc. El Rey de España lo es de León, por herencia, ya que sus prime- ros antepasados reinantes son Fruela de Asturias y Ordoño II de León (no desciende de las Casas Reales de Castilla, Aragón ni Navarra, que llegaron a la familia por matrimonios posteriores). Como recuerdo de ello, conserva el cargo de Canónigo perpetuo de la catedral de León, concedido por el Cabildo Catedral a los descendientes de Ordoño II que fue quien dotó y construyó la primera catedral. Este título se recuerda con la presencia en el coro del siglo XV de dicha catedral, de un sitial denominado "del Rey". Todos los reyes de los siglos XIX y XX han tomado posesión de dicho cargo en el coro. El título del Señorío de Molina, es Real y pertenece a la Casa Real de León, ya que se le otorgó al Infante Alfonso "de Moli-na" poco después de 1230, para que no reclamase la Corona de León que le correspondía, al estar prohibido por el testamento de su padre Alfonso IX de León, que se uniese con Castilla. Ante los problemas sucesorios que hubo, su nieta María de Molina hubo de casarse con su primo Sancho IV de Castilla y León, para unir de nuevo ambas líneas herederas del Reino de León. El título de Rey de Jerusalén, le correspondió al cruzado francés Juan de Brienne, conquistador y creador del Reino latino de Jerusalén. Casado con Berenguela hija de Alfonso IX de León, llevaba en dote el heredar el Reino de León si faltaba sucesor. Como en el caso anterior, no fue respetado su derecho al unirse León y Castilla. Años después, tras perderse Palestina a manos de los musulmanes, esta familia derrocada regresó a España y oportunamente Alfonso X el Sabio, casó al heredero supuesto de León, con una Infanta de Castilla para evitar reclamaciones. Conclusiones. No continuaremos por ahora, pero lo escrito es suficiente para demostrar que a partir del año 1230, el Reino de León no se esfumó como territorio, ni por supuesto sus instituciones tam- poco ya que siguen funcionando hasta que en la década de 1830 se liquida definitivamente el Antiguo Régimen, para toda España. Precisamente en 1833, se creó el nuevo mapa español dividido en provincias, reunidas en lo que se denominó "Regiones Históricas" aunque ahora carecían éstas de funciones; la región que se denominó "Viejo Reino de León" quedó compuesta de las provincias de León, Zamora y Salamanca. Este reparto regional fue sustituido e 1983 por el Estatuto de Autonomía de Castilla y León, que se compone de las 3 provincias leonesas más 6 de las 9 que constituían la región histórica de Castilla la Vieja.

Autor: Alejando Valderas

17.10.05

6.3.- El Adelantamiento del Reino de León

Fernando III puso merinos mayores al frente de León y de Castilla, primero; luego lo hizo en Galicia y, al final de su reinado, en Murcia.
Su hijo Alfonso mantuvo esta estructura organizativa basada en las merindades mayores de León, Castilla, Galicia y Murcia. En 1253 situó un adelantado al frente de una demarcación denominada La Frontera y en 1258 sustituyó a los merinos mayores de León, Castilla y Murcia por adelantados. En 1263 hará lo mismo con Galicia.

El distrito de la Frontera aunque ha sido identificado tradicionalmente con los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla podría haber correspondido inicialmente con una comarca al sur de Sevilla: la comarca o región de Guadalete. En 1258, los límites del adelantamiento de Frontera, ahora Adelantamiento de Andalucía, se confunden con los de la Andalucía Cristiana.

El reino de León se encontraba dividido en varias áreas espaciales perfectamente singularizadas: Galicia, Asturias de Oviedo, la Tierra de León y Extremadura.

La Asturias de Oviedo, limitada entre el mar y la cordillera Cantábrica y los ríos Deva y Eo, estaba bajo la autoridad del merino mayor de León primero, y de su adelantado mayor después hasta que en 1402 se crea el Adelantamiento de Asturias.

La Tierra de León, que fue el núcleo central del antiguo reino de León se convirtió en el núcleo territorial básico en el desenvolvimiento de la acción administrativa de los posteriores Adelantados y Merinos Mayores. Sus límites eran el macizo galaico, la cordillera Cantábrica, el río Duero los cursos del Cea y Valderaduey desde los Picos de Europa hasta Villagómez y Castroponce sigueindo luego hasta el sur-sureste atravesando la Tierra de Campos hasta el Duero.

La Extremadura leonesa estaba al sur del Duero. Más al sur, al otro lado de las sierras, encontramos la Transierra, zona natural de expansión del reino de León hacia el sur.
La ocupación y organización del territorio a uno y otro lado del Duero no se desarrolló de la misma forma. El norte era poco favorable al desarrollo de formas de vida urbana, diseminándose su población en aldeas y concejos minúsculos, constituyendo un espacio altamente señorializado, donde no tuvo éxito el esquema basado en comunidades de villa y tierra. En la Extremadura, el espacio se organizó a partir de las ciudades a las que se dió un amplio término (alfoz) salpicado de aldeas subordinadas.

El distrito del adelantamiento de Castilla se extendía hacia el norte hasta alcanzar el mar Cantábrico, al sur hasta alcanzar el Duero, a occidente estaba franqueado por Asturias de Oviedo y el reino de León y a oriente, más allá de las sierras de la Demanda y Urbión, hasta los reinos de Navarra y Aragón. El Señorío de Vizcaya (que en esta época se integra en torno a la Vizcaya nuclear entre los ríos Deva y Nervión) no formaba parte del adelantamiento de Castilla, siendo el corregidor el encargado de realizar el papel de representación del rey en este territorio. Álava fue incorporada a Castilla en 1200 y estaba sujeta a la jurisdicción del merino mayor de Castilla, siguiendo esta situación en 1258 cuando aparece el adelantamiento de Castilla. En 1272 se habla de la existencia del adelantamiento de Guipúzcoa y Álava pero su presencia sólo se detecta al final del reinado de Alfonso X, retornando éstas al adelantamiento castellano. Con Alfonso XI, Guipúzcoa pasa a ser una merindad mayor al margen del adelantamiento de Castilla.

Castilla-Vieja era una merindad mayor segregada del adelantamiento de Castilla a mediados del siglo XIV y así continuó durante toda la Edad Moderna. Su territorio estaba limitado entre las merindades de Asturias de Santillana, Aguilar de Campoo y Burgos con Ubierna a su poniente y la merindad de Álava o Allende Ebro por el levante. Correspondía, en líneas generales, con la Cantabria oriental.

Las funciones de los adelantados eran de representación del monarca, jurisdicción, atribuciones que afectan a la paz y orden público, así como a su gobierno, militares, económicas, etc. En cuanto a las atribuciones de justicia, eran jueces ordinarios con jurisdicción superior siendo su oficio itinerante. Sin embargo, el oficio de adelantado fue acaparado por la nobleza y ante las quejas de los procuradores en Cortes son asistidos por unos alcaldes para que supervisen su actuación. Con el ascenso de la dinastía Trastámara, el cargo se hace vitalicio y vinculado a unos linajes concretos. El oficio de adelantado mayor de León y Asturias quedará asociado a los Quiñones hasta que en 1402 se separa Asturias de Oviedo del Adelantamiento de León manteniendo esta casa nobiliaria el título de merinos mayores de Asturias. Los Manrique acapararán el título de adelantado de León. El adelantado de Castilla recaerá en los Manrique primero y en los Padilla después, el de Galicia quedará ligado a los Sarmiento, el de Andalucía a los Ribera primero y a los Enríquez después y finalmente el de Murcia a los Fajardo. Al llegar al umbral del reinado de los Reyes Católicos el título de adelantado es meramente honorífico, se mantienen los alcaldes de adelantamiento (dos por cada adelantamiento) en el ejercicio de sus funciones y desaparecen los adelantamientos de Murcia, Galicia, Asturias y Andalucía y continúan los de León y Castilla “con nombre y ejercicio” que son reformados. A partir de esta reforma, los alcaldes de adelantamiento serán los titulares de las competencias de justicia permaneciendo las de gobierno en manos de los adelantados.

Los catolicos Reyes tubieron en crear los adelantamientos para freno de los excesos y demasias que los señores poderosos hazian y sus jueces contra sus vasallos subditos destos reinos deseando con esta creaçion sustentarles en justiçia
El territorio de Murcia es controlado mediante el envío de corregidores a Murcia, Llorca, Cartagena y Villena; la designación de un presidente y gobernado de todo el reino de Galicia se convertirá en el germen de la Real Audiencia de Galicia; Asturias será controlado mediante el corregidor de Oviedo. Los títulos de adelantados de Murcia y Andalucía seguirán siendo empleado, así como los de Granada y Canarias durante el reinado de los Reyes Católicos.

En 1502 se divide el adelantamiento de Castilla en dos partidos: el de Burgos y el de Campos, estando al frente de cada uno un único alcalde mayor, que acabarán derivando en sendos adelantamientos. El partido de Burgos quedaba integrado por las merindades menores de Villadiego, Campoo, Castrojeriz, Candemuño, Santo Domingo de Silos, Río de Ubierna, Montes de Oca, Bureba, la Rioja, Nájera y Logroño. La de Campos por las merindades de Liébana, Saldaña, Carrión, Monzón, Campos, Infantado y Cerrato.

A lo largo de la Baja Edad Media y durante la mayor parte del siglo XVI el límite meridional de los adelantamientos de León, Campos y Burgos estaba en el río Duero pero en los años finales del reinado de Felipe II las extremaduras leonesa y castellana se incorporan a la órbita de los adelantamientos. Sien embargo, la Extremadura leonesa no se incorporará al adelantamiento de León sino que, indiferenciadas entonces con la Extremadura castellana, se integraron en el adelantamiento de Campos, limitado entre los ríos Valderaduey y Pisuerga.

Se encargó en 1596 al coronel Lujan realizar una visita a los tres adelantamientos: León, Campos y Burgos, ex-alcalde mayor del adelantamiento de Campos que fue concluída en 1596. Como consecuencia de esta visita se establecen en el adelantamiento del reino de León cuatro lugares de asiento, o sedes itinerantes del alcalde de adelantamiento. El primero sería una de las tres villas: Villamañán, Villademor o Laguna de Negrillos; después, la villa de Santa Marina del Rey, sin posibilidad de elección; a continuación, la de Villafranca del Bierzo y, por último, La Bañeza.
El adelantamiento de León coincidía , prácticamente, con la superficie ocupada actualmente por las provincias de León y Zamora. Su límite occidental estaba formado por el espacio fronterizo con Portugal en su ascenso desde el río Duero hasta la Sierra Segundera y continuaba describiendo un arco, a través de las montañas galaico-leonesas, hasta alcanzar la Cordillera Cantábrica. El nexo de unión entre unas y otr, lo constituía toda una sucesión de sierras: Sierra de la Cabrera (en sus estribaciones occidentales), Sierra Cejiño, Sierra de Caurel y Sierra de Ancares. En la zona septentrional, la Cordillera Cantábrica se erigía en línea fronteriza natural en que se apoya el adelantamiento. El río Duero, gran arteria fluvial de la cuenca sedimentaria, ponía fin al adelantamiento por el mediodía. Por último, el río Valderaduey, afluente del anterior por su vertiente derecha, conformaba su límite natural por el oriente, límite que, más al norte, continuaba siguiendo el curso de río Cea, en sentido inverso al discurrir de su corriente, hasta alcanzar de nuevo la Cordillera Cantábrica a través de la Sierra de Riaño, cerrando el espacio físico del adelantamiento de León.
He aquí el recorrido de su perímetro según la información recabada por el coronel Luján.
…el dicho adelantamiento parte raya con el Reino de Portugal, adelantamiento de Campos, Principado de Asturias, Reino de Galicia en esta manera que sigue: que comenzando desde tierra de Zamora a donde va a dar el rio de Balderaduey que es el que divide la jurisdicción del dicho adelantamiento del Reino de León con el adelantamiento de Campos yendo por el dicho rio arriba desde el lugar de Castronuevo al lugar de Cañizo, y de alli a la Quintanilla del Olmo y luego hasta junto a la villa de Villalpando que es del adelantamiento de Campos y que dan en la jurisdicción deste adelantamientosiete unas ocho aldeas que tendrán como mill y quinientos vasallos el Condestable de Castilla que son de la jurisdicción de la dicha villa de Villalpando, y de allí a Becilla de Balderaduey y a la villa de santervas, Melgar de Abajo y Melgar de Arriba, y de ahí al dicho rio ariba de Balderaduey hacia las montañas de León al lugar de Acevedo, Riaño y la Puente, y de ahí a tierra de Baldeburon y Abadia de Arvas, y de Arvas a tierra de Bania que es de la jurisdicción del corregimiento de León, y de allí a la Ciana y su tierra que es del Conde de Luna hasta el Principado de Asturias, que se divide por una sierra que divide la jurisdicción de Çiana que es deste adelantamiento con la de Cangas que es del Principado de Asturias, y de alli al lugar de Baldeprado que es deste admento dejando a la mano derecha al lugar de Çerredo y lugar de Dahaña que es del principado de Asturias, y de alli a los confines del Bierzo a un lugar que se dice Burbia que es deste adelantamiento, y de alli por una sierra hasta dar al lugar de Malafaña que es deste adelantamiento hasta llegar a la raya de Galicia, que se divide por un fito de piedra como del alto de la estatura de un hombre y este fito de piedra como del alto de la estatura de un hombre y este fito de piedra tiene una cruz en un lado y divide los reinos de León y Galicia, y de alli baja por los fines de la provincia del Bierzo que queda en el distrito de este adelantamiento por unas breñas y riscos que dividen los dichos reinos de Galicia y león hasta llegar a un lugar que se dice Lusio que es deste adelantamiento, y de alli derecho a tierras de Baldorras que es del Reino de Galicia hasta la Puente de Domingo Florez que es deste adelantamiento, y debajo de la dicha puente por la corriente del dicho rio a distancia de una legua poco más o menos esta otro fito de piedra hincado por división de los dichos reinos de León y Galicia, y de alli derecho al reino de Portugal hasta llegar a la villa de Portoques que es deste adelantamiento y de la orden de Santiago, y desde alli a los lugares de la jurisdicción de la Puebla de Sanabria que es deste adelantamiento, y de alli a un lugar que llaman de Onor or medio del cual pasa un arroyo que divide los reinos de Castilla y Portugal, y la mitad del dicho lugar del Rio Onor es del duque de Berganza y del reino de Portugal y la otra mitad del Conde de Benavente y deste adelantamiento del reino de León, y de alli se va por los fines de la dicha jurisdicion de la Puebla de Sanabria a la villa de Carbajales de Alba y su jurisdicion que son deste adelantamiento Alcanzas y lugares de su jurisdicion que son de dicho adelantamiento y que parten y que parten raya con el dicho reino de Portugal, y de alli se va hasta la Fonfiria hasta los lugares del corregimieno de Zamora, quedando en este adelantamiento los lugares de Riego del Camino y Paxares, Castrotorafee hasta llegar a donde el rio Balderaduey se conduce en el rio Esla hasta Cerrecinos del Carrizal y Castronuevo donde se comenzó la dicha moxonera
Los alcaldes mayores del adelantamiento del reino de León habían ejercido y ejercían la jurisdicción sobre todos los lugares que estaban dentro de él “salvo que en el distrito del dicho adelantamiento estan tres corregimientos realengos que son el de la ciudad de León y de la villa de Sahagun que es del corregimeinto de Carrion y la villa de Ponferrada, los cuales dichos corregimientos tienen sus lugares distintos de la jurisdicción de dicho adelantamiento que no entran ni salen de el”.A finales del XVI, Palencia primero, después Burgos y finalmente León solicitan la agregación de cada adelantamiento al corregimiento correspondiente. La pretensión de Burgos y León era que, dado que eran ciudades con representación en Cortes y palencia no, repartirse el adelantamiento de Campos utilizando como límite el río Pisuerga. Finalmente la agregación del adelantamiento de Campos al corregimiento de Palencia se produjo en 1633, en 1638 el de León y en 1643.

6.2.- La pervivencia de las estructuras administrativas, sociales y económicas medievales del Reino de León.

El reino de León medieval marcó una fuerte impronta sobre su territorio mediante un sistema de repoblación de hombres libres y la concesión de fueros a villas y pueblos, que constituyeron la base del Derecho Consuetudinario leonés que ha pervivido hasta nuestros días, y esto a pesar de la implantación del nuevo régimen señorial durante los siglos XIV y XV, con el que los concejos leoneses mantuvieron numerosos y prolongados litigios. Estos nuevos señoríos tuvieron que adaptarse al las formas de organización y administración territorial preexistentes.

Los Reyes Católicos habían instaurado los corregimientos de León, Ponferrada y León. Sin embargo, desde el siglo XVII con la agregación del Adelantamiento del reino de León al corregimiento de esta ciudad, este reducto del territorio leonés queda dividido en siete hermandades sometidas a la jurisdicción del Corregidor de León, cuarenta y un concejos mayores situados en la montaña y uno al sur, en torno a la jurisdicción de Castrocalbón, seis merindades, un condado, cuatro cotos, una quintería y cuarenta y tres grandes jurisdicciones de villas y ciudades entre las que se encuentra la de la villa y corregimiento de Ponferrada o la de la ciudad de Astorga. Estos concejos mayores, organizados como un conjunto de comunidades de aldea inicialmente no sometidos a ningún señor noble o eclesiástico, son progresivamente cedidos por los reyes para su administración por esta nobleza, trasladándoles el poder judiacial. Sin embargo el poder político-territorial y local continuó siendo ostentado por los gobiernos concejiles de las villas y lugares, situación que no pudo ser eliminada ni por el régimen señorial, ni las sucesivas reformas de Austrias, Borbones, ilustrados o liberales. La supervivencia en el siglo XXI de estas formas de organización concejil, ligadas a las juntas vecinales y al concejo abierto contituye uno de los principales exponentes de la identidad leonesa como esencia del autogobierno local y de la gestión asamblearia vecinal.

Así era descrito un pueblo leonés del siglo XVIII: “La administración es admirable. El cirujano, el pastor de ganados, el herrero, la tienda del boticario, las indulgencias o bulas papales, las letanías, etc., todo era provisto gratuitamente por la municipalidad. La sal, las semillas para la siembra y todo lo que resta de los bienes propios es dividido entre el pueblo justa y equitativamente. Todas las tierras son comunes y son repartidas cada diez años por lotes y en iguales porciones entre todos los vecinos del lugar". Según estudiosos como Joaquín Costa, autor de Colectivismo Agrario, la explotación comunal del terreno se ha conservado muy bien en la región leonesa.

Las comunidades leonesas quedan formadas por un conjunto de pater familias que se organizan como una comunidad de propietarios y arrendatarios con derechos, obligaciones y recursos naturales y jurídicos en torno al concejo abierto o reunión de todos los vecinos cabezas de familia, en el sitio de costumbre y al toque de campana tañida con el fin de tratar y conferir las cosas, cuestiones y asuntos tocantes a la comunidad, es decir, el reparto anual entre los vecinos cabezas de casa del quiñón de leña; las facenderas y trabajos colectivos; la distribución vecinal de lotes de tierra comunal en quiñones; la socialización y colectivización del agua, de la caza, de los pastos, etc. Este concejo está regulado a través de las propias ordenanzas locales, cuya estructura y contenidos, al igual que el sistema de gobierno concejil, son similares en el Bierzo, en la Montaña, en las Vegas, Páramos o Tierra de Campos. Con ordenanzas escritas o no, las villas y lugares leoneses se gobernaron desde la Edad Media según el derecho local no escrito, según el Derecho Consuetudianario leonés que hunde parte de sus raíces en el derecho visigótico y en los fueros altomedievales concedidos por los reyes de León en los momentos de la repoblación.En cuanto al sistema de poblamiento, éste está diseñado a partir de la comunidad de aldea y en la debilidad del mundo urbano. De esta forma es descrito por Elías López Morán en su Derecho Consuetudinario Leonés explica la peculiaridad del sistema de poblamiento leonés. “El municipio de la provincia de León, salvo poco numerosas excepciones, está compuesto de varios centros de población o comunidades de aldea. Distínguese del municipio castellano, en que éste está constituido por una agrupación compacta y bien definida de casas, las cuales son como las manifestaciones externas de las familias o células sociales que lo forman, sin eslabón ninguno entre éstas y aquel, mientras que el municipio leonés es una agregación de varios pueblos que tiene fisonomía propia y propia personalidad, y que viven con tal independencia y en un régimen tan autonómico, que no hay manera de confundirlo ni con la inferior sociedad familiar, ni con la superior entidad municipal. Diferenciase también del concejo rural asturiano, en que en éste, contra lo que ocurre en el pueblo de la provincia de León, aparecen las familias que forman las parroquias, dispersas, disgregadas, habitando en caseríos sueltos y sembrados acá y allá, sin orden ni concierto, como si sintieran temor a encontrarse juntas. Parece que la sociedad ha sido sorprendida y como petrificada en un primitivo estado familiar con poca fuerza de cohesión entre las familias”. En Castilla, cada ciudad o municipio cuenta con un territorio al que se agregan administrativamente otras tierras y aldeas. El caso leonés es distinto, pues ni siquiera sus ciudades, ni sus principales villas extendían su dominio más allá de su propio término.

6.1.- El Reino de León en el seno de la Corona de Castilla hasta el fin del Antiguo Régimen.


Con el matrimonio de Isabel, hija de Enrique IV con el futuro rey de Aragón se inicia una nueva etapa en la que se realizan una serie de reformas que conducen a un nuevo estado y a un centralismo impuesto desde arriba. Pese a la pervivencia de buena parte de las estructuras medievales, el nuevo régimen tiene como objetivo el sometimiento de todos los estamentos y vasallos al nuevo poder representado por los órganos e instituciones de la corona.


El Antiguo Régimen es la denominación del periodo histórico anterior al siglo XIX, que por influencia francesa hace referencia al sistema de gobierno caracterizado por la monarquía absolutista frente al liberalismo y las monarquías constitucionales del siglo XIX. Entendemos por Corona el conjunto de territorios que se encuentran en una sola mano regia y por reino cada uno de los espacios geográficos definidos históricamente. De esta forma, la Corona de Castilla (que también es denominada “reinos de Castilla”, reinos de Castilla y de León” o “reinos de Castilla, de León y de Andalucía”) estaba formada por los reinos de Castilla, León, Toledo, Galicia, Sevilla, Murcia, Córdoba, Jaén. En 1492 es incorporado el reino de Granada y en el 1502 el de Navarra.


Ya antes de la unión de las coronas de León y Castilla en 1230, la de León estaba integrada por los territorios de Galicia, Asturias, León y Extremadura. La Tierra de León comprendía a grandes rasgos las actuales provincias de León y Zamora, es decir, el antiguo territorio astur cismontano. El límite entre la Tierra de León y la Extremadura leonesa estaba en el río Duero. La frontera con Castilla era casi la misma que a fines del siglo XII, adentrándose en la actual provincia de Valladolid hasta Castromuño, Tiedra, San Pedro de Latarce, Villafrechós, Mayorga y Melgar de Abajo, inclusive; siguiendo hacia el norte por Mansilla, Rueda, Almanza hasta al Tierra de la Reina en la montaña leonesa. Por tanto el coto de Sahagún y la tierra de Cea pertenecían a Castilla.


La Corona de Castilla, a diferencia de la de Aragón, impone un fuerte centralismo que causa una cierta supresión de los reinos que la integran, muchos de los cuales pierden su autonomía e instituciones. El reino de León se resiste y consigue mantener sus símbolos y buena parte de las estructuras administrativas, sociales y económicas de los tiempos medievales: el sistema de poblamiento, el sistema concejil en el seno del régimen señorial, el Adelantamiento del Reino de León, la costumbre de alzar el pendón de León en la proclamación de cada rey, la conservación de unidades administrativas forjadas en la Edad Media tales como concejos, hermandades, merindades, etc., si bien su jurisdicción se va reduciendo y arrinconando en el territorio al sur de la cordillera Cantábrica, al norte del Duero y al Oeste del río Valderaduey.


Inicialmente y en el seno de la corona de Castilla, León había constituido una unidad política junto con Galicia y Asturias como queda evidenciado en la división establecida en el Ordenamiento de Alcalá de 1348 en cuatro circunscripciones político-administrativas: León, Castilla, Toledo y Andalucía o la constitución de la Hermandad del reino de León. En palabras de Colmeiro, autor de Cortes de los Reinos de León y de Castilla. en 1883. “La verdad es que los antiguos reinos de Asturias y Galicia llegaron a formar un solo cuerpo con el de León, como se muestra en los cuadernos de las Cortes de León de 1394, Valladolid de 1351 y Segovia de 1390”. Sin embargo, la fragmentación de la antigua corona leonesa es inevitable en el proceso centralizador de la nueva corona y comienza la decadencia de la antigua capital regia estableciéndose un nuevo centro de poder: Valladolid.

Sin embargo, el Reino de León continuó siendo una entidad administrativa y fiscal en el seno de la Corona de Castilla y así continuó siendo hasta el fin del Antiguo Régimen en el siglo XIX. Felipe II, en 1575, en sus “Relaciones de los pueblos de España” realiza un censo de estos pueblos solicitándoles que respondan a qué reino de los siguientes pertenece: Castilla, León, Galicia, Toledo, Granada, Murcia, Aragón, Valencia, Cataluña o Navarra. Pedro Medina, en 1548 en su libro Las Grandezas y Cosas Memorables de España, publicado en Sevilla, reconoce a Castilla y a León como dos reinos diferentes, mientras que E. de Goribay publica el libro Compendio de Historia de España, en 1628,en el que divide el territorio español en siete reinos: Navarra, León, Portugal, Aragón, Córdoba, Granada y Castilla, y el geógrafo Tomás López, autor del primer Atlas del Reyno de España e Islas Adyacentes en 1756-1757 considerará al reino de León como un territorio con personalidad propia y definida como podría ser cualquier otro de los que componían el territorio hispano. Además, León siempre constituyó una unidad social, sentimental e identificativa tal como lo demuestra el hecho de que sus habitantes desde la Edad Media y hasta el siglo XIX se definan en la documentación como súbditos del Reino de León.

En el siglo XVI, la jurisdicción del Adelantamiento del Reino de León limita con la Cordillera Cantábrica, las sierras de Ancares, Caurel, Cabrera y los ríos Duero y Valderaduey, una demostración clara de que el territorio astur constituía el núcleo esencial del reino de León.

Sin embargo, en los mapas de la división de España en sus reinos, encontramos que hasta mediados del siglo XVII, el límite oriental del reino de León está en el río Pisuerga, es decir, el límite establecido en la herencia de Fernando I. Este río constituirá la frontera entre el reino de León y Castilla la Vieja hasta finales del siglo XVIII. Sin embargo, la Extremadura leonesa, es decir, el territorio al sur del Duero (sur de la actual Zamora y Salamanca) forma parte de Castilla la Vieja. Están definidas Galicia, Asturias (de Oviedo y de Santillana), Vizcaya, Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia, León, Castilla (la Vieja y la Nueva), Andalucía (Sevilla y Córdoba), Granada, Mallorca e Islas Canarias.

El límite norte sigue siendo la cordillera Cantábrica y el occidental el río Burbia y la Sierra de Cabrera, quedando la villa de Villafranca del Bierzo en el reino de León. A partir de mediados del siglo XVII la frontera sur del reino de León traspasa el Duero y alcanza la Sierra de Francia, manteniendo estables estos límites hasta el final del Antiguo Régimen. Vemos Galicia, Asturias (de Oviedo y de Santillana), Vizcaya, Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia, León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Andalucía (Sevilla y Córdoba), Granada, Mallorca e Islas Canarias.

A comienzos del XVIII se va diferenciando la actual Extremadura de Castilla la Nueva. La división de España en reinos consta de Galicia, Asturias (de Oviedo y de Santillana), Vizcaya, Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia, León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Extremadura, Andalucía, Granada, Mallorca e Islas Canarias.

Sin embargo, a partir de finales del siglo XVIII, los límites de los reinos se reajustan a los límites de las provincias que incluyen. En el caso del reino de León éstas son León, Zamora, Toro, Salamanca, Valladolid y Palencia. El límite oriental del reino supera el Pisuerga y se comienza la incertidumbre sobre la consideración leonesa o castellana de estas dos últimas provincias. La provincia de Santander se incorpora a Castilla la Vieja. España se divide en Galicia, Asturias , Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia, León, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Extremadura, Andalucía, Islas Baleares e Islas Canarias.

12.10.05

6.- El Reino de León durante el Antiguo Régimen

Hemos visto anteriormente que el Reino de León, continuó siendo una entidad administrativa y fiscal en el seno de la Corona de Castilla y así continuó siendo hasta el fin del Antiguo Régimen en el siglo XIX. Felipe II, en 1575, en sus “relaciones de los pueblos de España” realiza un censo de estos pueblos solicitándoles que respondan a qué reino de los siguientes pertenece: Castilla, León, Galicia, Toledo, Granada, Murcia, Aragón, Valencia, Cataluña o Navarra. Encontramos además que en documentos oficiales, bercianos, sanabreses, parameses, zamoranos, etc. se reconocen, hasta el siglo XIX, como habitantes del Reino de León. En cuanto a su delimitación, el Reino de León se fragmenta y reduce de forma que en mapas correspondientes a los siglos XVI y la primera mitad del XVII la Cordillera Cantábrica sirve de frontera con el Principado de Asturias, el río Burbia con el Reino de Galicia y los ríos Duero y Pisuerga con Castilla la Vieja. A partir de la segunda mitad del XVII, el límite sur se extiende a la Sierra de Francia. A finales del siglo XVIII, los límites del Reino de León se ajustan a las provincias de León, Zamora, Toro, Palencia, Valladolid y Salamanca. Estas provincias han evolucionado a partir de los territorios asignados a cada ciudad con representación en las Cortes a partir del siglo XVI. Con los Borbones se crearán intendencias con competencias económicas y civiles (a cargo de un intendente) y políticas y judiciales (a cargo de un gobernador), creándose unas y desapareciendo otras y cambiando su delimitación a lo largo de los siglos hasta convertirse en las provincias actuales. Hasta el fin del Antiguo Régimen podemos rastrear cargos como el Adelantado Mayor del Reino de León con funcionarios tales como el Fiscal del Tribunal y el Receptor de ejecuciones del Real Adelantamiento. Otros cargos son el Alcalde Mayor del Reino de León, el Alguacil Mayor del Real Adelantamiento, el Intendente General del Reino de León, el Procurador General y Defensor de Pobres, viudas y huérfanos del Reino de León, el Administrador de millones del Reino de León, Subdelegado de Montes del Reino de León, el Sargento Mayor del Reino de León y el Alférez Mayor del Reino de León, el cual tenía como principal cometido el “alzamiento de pendones“. Ésta es una vieja ceremonia que se documenta desde el siglo XV, consistía en la proclamación de cada nuevo soberano que accedía a la corona española como Rey de León: “León y todo su Reino por el Rey don ...” Este cargo recaía en el Regidor de León hasta su supresión en 1834 al crearse el Ayuntamiento Constitucional. Todas estas instituciones fueron liquidadas en 1834. Es entonces cuando se establecen las provincias actuales y se delimitan los antiguos reinos de acuerdo a las nuevas provincias, aunque esta vez sin entidad administrativa. En el Artículo 2 del Real Decreto de 30/11/1833 el Reino de León corresponderá a las provincias de León, Zamora y Salamanca.

9.10.05

5.6.- La Bandera Medieval del Reino de León

Antes de abordar el tema de la bandera medieval del reino, primero conviene que hablemos de su símbolo. El león aparece documentado por vez primera en las monedas acuñadas por Alfonso VII, el Emperador (1126-1157). Hasta este momento, el signo preponderante utilizado por los reyes leoneses en sus documentos y monedas era la cruz, pero a partir de ahora, ésta se irá viendo desplazada paulatinamente por el león. Al final del reinado de Alfonso VII, este animal también empezará a aparecer en los documentos regios como signo personal del monarca, y se hará omnipresente durante los reinados de Fernando II (1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230).

Algunas monedas con tipos de leones. A: Alfonso VI, B: Fernando II, C: Alfonso IX

La primera referencia escrita del león como símbolo personal del rey y, por ende, del reino, la encontramos en la Chronica Adefonsi Imperatoris, coetánea de Alfonso VII. En ella, al describir los ejércitos que participan en la toma de Almería, se dice literalmente: “(...)la florida caballería de la ciudad de León, portando los estandartes, irrumpe como un león (...) Como el león supera a los demás animales en reputación, así ésta supera ampliamente a todas las ciudades en honor. Sus distintivos, que protegen contra todos los males, están en los estandartes y en las armas del emperador; se cubren de oro cuantas veces se llevan al combate” (traducción de Maurilio Pérez González). Aquí hay que destacar un aspecto que muchas veces no se ha tenido en cuenta: el león es el símbolo más antiguo que existe de un reino en Europa, y es anterior al castillo de Castilla, a los tres “leopardos” ingleses y a las flores de lis francesas. Si el Emperador lo llevaba en sus estandartes y armas (escudo, sobrevesta), era debido a que León tenía la preponderancia en el reino. Cuando en otras partes de la Chronica se alude al izado de los estandartes reales en las plazas tomadas a los enemigos, evidentemente se está refiriendo a unas banderas en las que campa el león. Mucho se ha discutido acerca de si este animal representaba al rey o al reino: en el primer caso serviría para simbolizar la fuerza del soberano, pero parece más clara la identificación entre las palabras Legio y Leo que llevaría a la adopción del felino como imagen de la ciudad y del Reino. A favor de esta segunda hipótesis está el hecho de que en la Chronica el autor rima las palabras legionis - leonis.

Reverso del sello de plomo de Alfonso IX

Pero, ¿cómo era este león? ¿De qué color era la bandera? Contra lo que mucha gente pudiera pensar, no tenía mucho que ver con la tan querida bandera leonesa actual. En primer lugar, el león no era rampante, sino pasante. Todos los leones que aparecen en las monedas, signos rodados y sellos de los reyes leoneses son pasantes (unas veces orientados hacia la derecha, y otras hacia la izquierda). Sólo hay dos excepciones: los que aparecen en los escudos de Fernando II y Alfonso IX en sus respectivas representaciones del Tumbo A de la Catedral de Santiago. En estos casos, se puede apreciar que son leones rampantes, pero el motivo está claro: las figuras heráldicas siempre han de disponerse de forma que ocupen la mayor parte del campo. En el caso de un escudo, es evidente que un león pasante ocuparía sólo un tercio del campo, mientras que si lo ponemos en posición vertical, y lo agrandamos, ocupará todo el espacio disponible (después de todo, un león rampante no deja de ser un león pasante puesto en posición vertical). Así también se cumplía la norma de horror vacui tan en boga en la Edad Media (en la Historia del Arte, el término horror vacui describe el relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen).

Paso del león pasante a rampante

¿Cuál era el color del león? En esas mismas representaciones del Tumbo A, debajo de ambos reyes aparecen sendos leones pasantes en actitud de ataque: su color es el morado - púrpura. En el caso de Alfonso IX, este león casi parece enmarcado en una bandera cuyo fondo sería de color blanco y que tendría una orla de color morado claro. Además, en el escudo que porta el monarca el león es de ese mismo color purpurado, y el fondo es de color blanco o plateado.

Alfonso IX

Los mismos colores presentan los dos leones pasantes que aparecen en los arzones de la silla de montar. Según las normas de la Heráldica, a una figura de color púrpura le corresponde el campo (o fondo) de plata, que puede aparecer como blanco. Esta hipótesis se ve corroborada por el uso que se hizo del león en los escudos y estandartes cuartelados de Fernando III y Alfonso X, ya después de la unión con la Corona de Castilla (1230). En ellos, junto a los recientemente creados castillos de oro sobre campos de gules (fondo rojo), los leones son de color púrpura o morado, sobre campo de plata. Es de destacar que en los cuartelados no había sitio para dos leones pasantes, por lo que se les dispuso como rampantes para ocupar por completo los cuarteles que les correspondían. Esta es la disposición de los leones que nos ha llegado. Como se habrá podido observar, en ningún momento se ha hablado de una corona sobre la cabeza del león: este uso todavía es más posterior, ya que no aparece en monedas, sellos ni otras representaciones hasta Sancho IV (1284-1295).

El Pendón Real de León

Resumiendo: la bandera medieval del Reino de León básicamente consistía en un león pasante de color púrpura que ocupaba la mayor parte del campo de la bandera. El fondo era de color blanco, o gris muy claro (=plata). Bajo esta bandera combatieron los ejércitos gallegos, leoneses, asturianos, extremeños, e incluso los castellanos en época de Alfonso VII. Con la división del reino que determinó este rey, León conservó este signo, pero Castilla se vio obligada a crearse uno nuevo. Parece que al principio los castellanos utilizaron una simple cruz, pero, tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), Leonor Plantagenet (esposa de Alfonso VIII) diseñó el famoso castillo dorado sobre campo rojo. La elección de los colores no fue al azar: Leonor estaba acostumbrada a los leones de oro sobre campo de gules de su dinastía, y además, estos colores contrastaban grandemente con los de los leoneses en el campo de batalla. Tras la unión de las dos Coronas, León continuó existiendo como Reino, al igual que Galicia, Castilla, etc. Una de las pocas representaciones de la bandera de León como tal aparece en el cortejo fúnebre de Carlos V dibujado por Jean y Lucas Doetecum en 1559: en ella hay un león rampante púrpura con corona de oro sobre fondo blanco. Un león con los mismos colores figura en un plato de Manises del siglo XV. Hemos de suponer que, al menos al principio, la bandera que se tremolaba en León con ocasión de la proclamación de un nuevo rey debía ser semejante a la del cortejo mencionado. Y es que León tenía el privilegio de tremolar su propio pendón en lugar del de Castilla, que era el que se utilizaba en la práctica totalidad de la Corona en estas solemnes ocasiones.

Entierro de Carlos

Pero, entonces, ¿de dónde surge la bandera actual? No lo sabemos, pero probablemente no es tan antigua como algunos piensan. En primer lugar, conviene recordar que diseñar las banderas con el símbolo “encerrado” en un escudo en el centro responde a un uso heráldico bastante tardío. En segundo lugar, la primera descripción de un pendón semejante la encontró Waldo Merino en el acta de 18 de febrero de 1789 del Libro de Acuerdos Municipales (Filandón del Diario de León del 5 de junio de 1987); en ella se dice que el pendón de la ciudad era de color carmesí, con 6 tarjetas o pequeños escudos con sendos leones de oro, plata y seda. Sabemos que el pendón se solía renovar en cada proclamación de un nuevo rey, y así el número de escudos variaba en cada ocasión. De la misma época que el mencionado por Merino, o un poco posterior, es el pendón que se conserva en el despacho del alcalde, que consta de un escudo con un león rampante dorado en el centro, y dos más pequeños en las puntas, bordados sobre una tela de damasco de color carmesí. En mi opinión, éste era el pendón de la ciudad de León y, con el paso del tiempo, y con algunas minúsculas variaciones, acabó representando a toda la Provincia y a la Región. Recordemos que el pendón del que estamos hablando es el que se utilizó como modelo en el siglo XIX para confeccionar la actual bandera leonesa.

Autor: Ricardo Chao

6.10.05

5.5.-El Reino de León tras el año 1230

Muchos historiadores de todas las épocas y lugares coinciden en un punto cuando tratan del Reino de León: éste desaparece sin dejar rastro en 1230, año en el que, por una serie de casualidades, las Coronas de León y Castilla recaen en Fernando III. Esta súbita desaparición resulta cuando menos sospechosa, ya que la Corona Leonesa englobaba diversos reinos y territorios a los que hoy nadie osa a negar su identidad (Reino de Galicia, Asturias y Extremadura). Sin embargo, y paradójicamente, no ocurre lo mismo con el Reino de León, núcleo de la Corona. ¿A qué se debe este contrasentido? Sin duda, la ignorancia y el desconocimiento son los principales culpables. Pero es indudable que hoy en día gran parte de la culpa recae en los historiadores al servicio de la Junta, cuya principal intención es hacernos creer que el Reino de León se fundió totalmente con Castilla, e inmediatamente perdió su identidad y personalidad en favor de un presunto e inexistente “Reino de Castilla y León” que se uniformó con bases castellanas. La intención del presente artículo es hacer un somero repaso por una serie de aspectos históricos que demuestran que la realidad fue muy diferente.

-Las Cortes: Tras la desaparición de sus monarcas, serán las Cortes de la Corona Leonesa las que ostentarán la representación de los territorios que ésta englobaba. Durante todo el siglo XIII, leoneses y castellanos celebran sus respectivas Cortes por separado. En ocasiones se convocan en la misma ciudad, pero los representantes de cada Corona se reúnen y deliberan en dependencias diferentes: por ejemplo, esto fue lo que ocurrió con las que se celebraron en Valladolid en 1293. Las relaciones entre unos y otros no debían de ser muy cordiales, ya que Fernando IV justifica la separación “por evitar peleas y reyertas que pudieran ocurrir”. Los temas a tratar a veces eran similares en ambas Cortes, pero también abundan las peculiaridades: así, los leoneses hicieron hincapié en que el Fuero Juzgo tenía que continuar siendo la principal guía en sus pleitos, y exigieron que los naturales de sus reinos sólo pudieran ser juzgados en los tribunales leoneses. Estos aspectos fueron magistralmente estudiados por el recientemente fallecido José Luis Martín, catedrático de Historia de la Edad Media en Salamanca.La unidad de la Corona leonesa con la castellana corrió grave peligro en varias ocasiones en los convulsos años de finales del siglo XIII: el infante Juan llegó a pretender reinar sobre Galicia y León (que incluía a Asturias), y la situación prácticamente se volvió a repetir en 1319, lo que demuestra que las dos Coronas estaban prendidas con alfileres. En el siglo XIV comienzan a imponerse las Cortes conjuntas, pero se continuó dando ordenamientos a los concejos de León muy distintos de los de Castilla. De todas formas, se siguieron convocando Cortes por separado de forma esporádica, y así parece que ocurrió en las de los años 1302, 1305, 1318, 1322, etc., cuando ya hacía más de un siglo de la unión de los reinos. Como muestra de esta diversidad, hasta 1348 el rey contaba con el asesoramiento directo de cuatro consejeros de León y Galicia, cuatro de Castilla, cuatro de las Extremaduras, y cuatro de Toledo y Andalucía. Pero, por desgracia, la vía de la pluralidad fracasó, ya que a mediados del siglo XIV se impuso el rodillo castellano, y a partir de entonces las leyes serán las mismas para todos los reinos.

-La Hermandad del Reino de León: En un nivel más popular, durante el caos y las guerras civiles de finales del siglo XIII y comienzos del XIV, las ciudades comenzaron a organizarse en hermandades. Esta situación fue legalizada en 1295, y cada reino creó su propia hermandad. La de los reinos de Galicia y León (que, insistimos, incluía a Asturias) se reunía anualmente en la ciudad legionense, y estaba integrada por los concejos de 31 ciudades y villas (Salamanca, Zamora, León, Astorga, Oviedo, etc.). El sello de esta hermandad incluía la figura del león del reino, y una representación del apóstol Santiago a caballo. Sus principales atribuciones fueron la administración de justicia y el mantenimiento del orden, llegando en ocasiones a usurpar las funciones de los oficiales reales. En 1315 se intentó crear una Hermandad General que englobara a las de los distintos reinos, pero las desavenencias fueron constantes, y ésta tuvo que ser disuelta en 1318 ante la negativa de leoneses, toledanos y extremeños a reunirse con los castellanos, por lo que la división de las hermandades por reinos continuó durante muchos años. Herederos de estas agrupaciones fueron los irmandiños gallegos, que provocaron fortísimas revueltas sociales en la segunda mitad del siglo XV.

-La Cancillería y la Notaría del Reino de León: La Cancillería fue creada como tal por el emperador leonés Alfonso VII, y tal cargo recaía en el arzobispo de Santiago, sobre quien recaía así la responsabilidad de emitir los documentos regios. Cuando Castilla contó con un rey propio, creó una nueva cancillería en la persona del arzobispo de Toledo. Tras la unificación de las dos coronas llevada a cabo por Fernando III, durante siglos continuó habiendo un canciller de León, y otro de Castilla, aunque acabarían convirtiéndose en meros títulos honoríficos. Alfonso X y Sancho IV intentaron acabar con esta duplicidad, pero sus sucesores la conservaron.Con Alfonso X surgen las Notarías de León, Castilla y Andalucía, y, algo más tarde, la de Toledo. Cada una de estas Notarías se encargaba de elaborar y tratar los documentos que hacían referencia a sus respectivos territorios. En las Cortes de 1295 los procuradores exigieron que los notarios sólo fueran dos, el de León y el de Castilla, y así se hizo.

-El Tribunal del Libro: Este tribunal especial, netamente leonés, sentenciaba los pleitos utilizando el Liber Iudiciorium o Fuero Juzgo, del que se sabe que existieron copias romanceadas en leonés y en gallego. Era una reminiscencia del Derecho visigodo, pero continuó teniendo vigencia en León más allá de Alfonso X. Las reuniones de este tribunal tuvieron lugar casi con seguridad en el Locus Apellationis de la Catedral. Estaba presidido por un eclesiástico asistido por varios jueces ordinarios: atendía pleitos en primera instancia, y en apelación de la corte regia, lo que le dotaba de una extraordinaria importancia.

-La Merindad Mayor del Reino de León: los merinos mayores eran oficiales públicos de categoría superior en cuyas personas delegaba el rey gran parte de su autoridad. Tuvieron competencias muy amplias sobre todo el reino leonés. Ya aparecen documentados en el siglo XII, y Fernando III los estableció por separado en León y en Castilla, y, más tarde, en Galicia y en Murcia.

-El Adelantamiento Mayor del Reino de León: sustituyó a la anterior institución, aunque poco a poco vio cómo se iba reduciendo el territorio sometido a su jurisdicción, hasta que en el siglo XV quedó limitado a los límites de la actual provincia de León, y algo más de la mitad de la de Zamora. Asturias fue desgajada del Adelantamiento del Reino en el año 1402. Durante muchísimo tiempo no tuvo una sede fija, ya que constituía un tribunal itinerante, aunque a mediados del siglo XVII acabó estableciéndose en la ciudad de León. Su cárcel y su archivo se localizaban en La Bañeza. Esta institución tuvo amplísimas competencias de justicia y de gobierno, y con el nombre de Alcaldía Mayor del Reino de León perduró al menos hasta el año 1799. Entre sus atribuciones estaba el mantenimiento de bosques y de infraestructuras viarias. Al ser un tribunal de carácter regio, sirvió de freno a la justicia señorial, por lo que era visto con simpatía por las clases populares. En Castilla tenían sus propios adelantados, y no les estaba permitido entrar en el Reino de León.

-El Defensor del Reino de León, o Procurador General del Adelantamiento: prácticamente fueron la misma institución con distinto nombre según la época. Aparecen en la documentación a partir del siglo XVII, y su función consistía en prestar ayuda y defensa a los pobres y a los lugares que así se lo pidieran. Su ámbito de actuación era el Adelantamiento del Reino, y podían “apelar todas las cosas que hicieren contra las Leyes del Reino”.Esta institución existió al menos hasta finales del siglo XVIII.

-La Iglesia leonesa tras 1230: en general conservó su propia idiosincrasia y organización, pero, a pesar de la reunión de las dos Coronas en una sola, durante casi un siglo los obispos de cada reino se reunieron en sínodos separados. Por ejemplo, en 1302 tuvo lugar un sínodo en Peñafiel al que sólo acudieron los obispos castellanos, mientras que en 1310 hubo otro en Salamanca convocado únicamente por los obispos leoneses. Al desaparecer el Estudio General de Palencia, se llegó al acuerdo de que el rector de la Universidad de Salamanca fuera un año de origen leonés, y al siguiente, castellano, estableciéndose así una alternancia anual que duró siglos. En cuanto a las órdenes militares, la de Santiago continuó manteniendo la Encomienda del Reino de León.-Los concejos abiertos: esta noble institución tiene sus orígenes en la Alta Edad Media, y ha sobrevivido hasta el día de hoy en algunos pueblos de la región. Son uno de los más claros ejemplos de democracia popular, ya que pueden participar todos los vecinos. Solían reunirse alrededor de un árbol, en los soportales de la iglesia, en una plaza o en una casa de concejo a la salida de la misa. Atendían los asuntos comunales, y todo lo que podía afectar al pueblo de forma más inmediata. Han sido muy bien estudiados por el catedrático de Historia Moderna Laureano Rubio.

-La moneda de la Corona Leonesa: Con Fernando II, a León le correspondió la gloria de acuñar las primeras monedas de oro cristianas de la Península y de toda Europa occidental. Como es lógico, las monedas leonesas eran totalmente diferentes de las castellanas tanto en su aspecto externo como en su sistema de valores. Cuando se unen ambas Coronas, cada una mantuvo su propia moneda hasta las reformas del año 1265 de Alfonso X. Aún así, el maravedí leonés (o “longo”) continuó teniendo un valor distinto al del maravedí castellano (o “curto”) hasta el siglo XIV. Por si fuera poco, en la Corona de León la moneda portuguesa circulaba con valor legal, y lo mismo ocurría en Portugal con la moneda leonesa, ya que ésta fue moneda oficial en varias regiones lusas. Estos y otros aspectos de la moneda leonesa fueron estudiados por la fallecida Mercedes Rueda Sabater, aunque en realidad todavía hoy está casi todo por hacer.

-Mapas: Como muy bien señaló el periodista Emilio Gancedo en la Revista del Diario de León del 31 de octubre de 2004, no hay ni un solo mapa general de España desde el siglo XV que no incluya al Reino de León de una u otra manera. La excepción la podrían constituir algunos de los llamados portulanos, pero ello se debe a que su principal interés estaba en trazar las costas, puertos y rutas marítimas de la manera más exacta posible, por lo que prestaban poca atención a las zonas del interior. Los mapas anteriores a la segunda mitad del siglo XVII constriñen el reino a la actual provincia de León, y la mitad norte de Zamora, mientras que a partir de esa fecha prácticamente todos lo extenderán a Salamanca, Zamora, León, y la mitad occidental de las provincias de Valladolid y Palencia. Aunque que la división provincial de 1833 dejaba al margen a estas últimas dos provincias, en muchos de los mapas del siglo XIX continúan apareciendo.-Los símbolos del Reino y la proclamación de los reyes: A pesar de la creación del escudo cuartelado de castillos y leones, no será raro encontrárnoslo en diversos lugares del Viejo Reino con el león situado en el primer cuartel, que es el predominante. El símbolo de nuestro reino aparece esporádicamente en solitario en algunas representaciones, como en la fachada Oeste de la Catedral, o en las plasmaciones artísticas del cortejo fúnebre de Carlos I de España y V de Alemania. Por otra parte, sabemos que se enarbolaba el pendón de la ciudad de León con ocasión de la proclamación de los reyes hasta la época de Isabel II (s.XIX): cabe destacar esta ceremonia, ya que dentro de la Corona de Castilla, tan sólo Galicia y León tenían el privilegio de tremolar su propio pendón en lugar del real de Castilla.León también dejó clara su personalidad en múltiples ocasiones tras la caída del Antiguo Régimen, como en la Guerra de Independencia, en la I República, en la división provincial llevada a cabo en 1833, en las guerras carlistas, etc., pero todo ello será materia de otro artículo.

Autor: Ricardo Chao

5.4.- León en el Siglo XV

Durante los años de gobierno de Juan II (1406-1454) el ascenso de su favorito Alvaro de Luna a las primeras dignidades de Castilla y el favor regio al condestable despertaron recelos y malquerencias en un sector de la nobleza del que formará parte destacada el linaje de los almirantes de Castilla, los Enríquez, junto a sus principales aliados y parientes: los Quiñones, señores de Luna, y los Pimentel, condes de Benavente.
Estos enfrentamientos culminan con la decapitación de Alvaro de Luna en Valladolid. El condestable después de escuchar su escueta sentencia de muerte:
“¡Esta es la justicia que manda hacer el Rey, nuestro señor, a este tirano usurpador de la Corona real!¡Mandalo degollar!”,

aceptó su destino con fría entereza según Pedro Porras (1995). Poco tiempo después fallece el propio monarca (1454).
El afianzamiento de la nobleza tras esta penosa proeza unido a las mercedes dispensadas por los Trastámara a la primera aristocracia del reino, entre cuyos linajes más señeros se encuentran algunos leoneses como los Quiñones, Guzmán, Acuñas, Enríquez, Pimentel u Osorio, ratifican su posición de fuerza frente a la corona. Sin duda la etapa de gobierno de Enrique IV (1454-1474), sucesor de Juan II, supuso para este sector un auténtico espaldarazo a su política de desafío al poder regio pues a lo largo del periodo comprendido entre la muerte de Juan II y la entronización de Isabel I (1474), aparecen marcados por esta actitud altanera de la aristocracia que, sin embargo, no deja de proporcionarle pingües beneficios pues, durante el reinado de este monarca, tan sólo los territorios de León, Zamora y Toro permanecen en poder del patrimonio de la corona mientras que la mayor parte de la actual provincia de León pertenece a una u otra Casa.
La extraña amistad de Beltrán de la Cueva con la reina y su favor con el monarca proporcionan un nuevo motivo de enfrentamiento entre nobleza y trono que abre una querella civil cuyo episodio más conocido y representativo es la llamada Farsa de Ávila (1465) en la que, a través de un monigote que representaba a Enrique IV, la nobleza contraria al monarca despoja al soberano de su autoridad y, allí, invisten de los regios atributos al hermano del rey: Alfonso, a quien coronan como Alfonso XII. Pese a todo buena parte de los concejos, especialmente los leoneses, se mantuvieron en el bando de Enrique IV.
La muerte en 1469 de este infante y el matrimonio, un año después, de la nueva heredera Isabel, con el príncipe aragonés Fernando unido al apartamiento de la sucesión de la propia hija del monarca castellano, Doña Juana, apodada la Beltraneja, marcan los años finales de este soberano caracterizados por un auténtico vacío de poder político.

27.9.05

5.3.- La Implantación de la Dinastía Trastámara: León baluarte petrista

Los años de gobierno del sucesor de Alfonso XI, Pedro I (1350-1369), definen uno de los periodos más turbulentos de la historia peninsular pues a este monarca, apodado por unos El Justiciero y por otros El Cruel, las pretensiones nobiliarias, refrenadas por su padre pero que ahora encuentran en Don Enrique, conde de Noreña, hermanastro del príncipe (véase esquema genealógico), un nuevo catalizador y caudillo, sacudirán los primeros momentos de su reinado. Su propia concepción de la autoridad, más cercana al monarca absolutista que al medieval, le llevaron a ahogar en un baño de sangre cualquier conato de rebeldía, a terminar con la vida de todo el que osara de alguna manera amenazar su posición. No escaparon de esta dura política regia ni la misma familia del soberano pues, a manos de Don Pedro encontraron su fin el infante Don Fadrique, maestre de Santiago, y algunos otros miembros del linaje, sin olvidarnos de los más destacados parientes de la antigua amante de Alfonso XI: Leonor de Guzmán cuya cabeza solicitó la reina María de Portugal.
Apenas si dos años después de acceder al poder Don Pedro se vio forzado a enfrentarse con la primera sublevación nobiliaria que culminó en el cerco de Avilés. Las sucesivas empresas encabezadas por el conde de Noreña terminaron con la expulsión de sus partidarios de algunas de las principales ciudades y villas del Reino de León donde se encontraba localizado el núcleo de su patrimonio.
Especialmente dolorosas para el monarca fueron las defecciones del adelantado de León Pedro Núñez de Guzmán y del noble Pedro Alvarez Osorio, que culminan con la muerte del primero.
Mientras crece el número de los partidarios de Enrique a medida que las duras medidas represoras hacia la nobleza conducen al cadalso a algunos miembros de la misma, abandonará las filas de Don Pedro un noble leonés destinado a convertirse en progenitor de una de las más poderosas casas del reino: Suero Pérez de Quiñones, caballero de la Orden de la Banda, adelantado de León, que encuentra la muerte en la batalla de Nájera junto a Don Enrique según recoge en el Doctor César Alvarez (1982).
En 1366 el conde de Noreña, ahora autoproclamado Enrique, rey de Castilla, invade estas tierras con el apoyo de las llamadas Compañías Blancas, un conjunto de mercenarios, o routiers, procedentes de Francia, a cuyo frente se encuentra Beltran Du Guesclin y en cuyas filas militan no pocos nobles aragoneses. Durante tres largos años los estados de Don Pedro se convierten en el escenario de duros combates. Las ciudades leonesas, fieles a la causa del legítimo monarca, resisten y deben ser tomadas por las armas. Así caerán León, Zamora y Astorga, auténticos baluartes petristas. En 1369 el alevoso asesinato de Don Pedro a manos de su hermano bastardo en Montiel no cauteriza la herida sucesoria pues, de su unión con María de Padilla, nacieron varios hijos a los que hizo jurar en Cortes como legítimos herederos en caso de su fallecimiento. Dos de las hijas, Beatriz y Constanza, fueron desposadas con sendos hermanos del príncipe Eduardo de Gales, aliado de Don Pedro durante la guerra civil. Por ello durante los diez años de reinado de Enrique II (1369-1379) las tropas inglesas con el apoyo de algunos fieles partidarios del difunto monarca castellano como Fernando Ruiz de Castro, señor de Lemos, desafían la autoridad del primero de los Trastámara. León, por su parte, aunque antiguo baluarte de Don Pedro, no deja de ser favorecido por el ahora soberano pues, por orden de Enrique II, en nuestra ciudad se edificarán nuevos palacios reales situados entre los actuales convento de las Madres Concepcionistas y el Hotel Conde Luna, algunos de cuyos restos hoy se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y que por si sólos bastan para ofrecer una digna imagen del antaño señero conjunto arquitectónico.
En 1386 Juan de Gante, duque de Lancaster, esposo de Constanza de Castilla, con la ayuda del soberano portugués, ataca el Reino de León. Juan I (1379-1390), sucesor de Enrique II, se ve forzado a enfrentarse con el pretendiente a la corona y a tratar de garantizar la seguridad de alguna de las principales ciudades de su territorio occidental como Astorga o León, sin olvidarnos de Valencia de Don Juan. El ejército angloportugués prosiguió sus acometidas en el viejo reino del noroeste y, en la primavera de 1387, tiene lugar el cerco de la villa de Valderas, abandonada a su suerte por el adelantado Pedro Suárez de Quiñones, cuyos habitantes destruyen todas las reservas de provisiones que se guardaban en el lugar y, acto seguido, huyen de la población. Las represalias del duque de Lancaster llevaron al incendio de Valderas, ejemplo de lealtad a la nueva dinastía.
Las escasas perspectivas de éxito de este contingente armado y su causa llevaron al príncipe inglés a pactar un matrimonio de estado ente su hija Catalina de Lancaster, nieta por tanto de Don Pedro I, y el heredero del monarca castellano: Enrique (III). De esta manera se puso fin a los conflictos sucesorios entre los descendientes de Alfonso XI pues el hijo nacido del matrimonio real, Juan II de Castilla y León (1406-1454) unifica ambas líneas dinásticas.
Si la etapa de Juan I solventa esta querella abierta en Montiel, sus pretensiones sobre la corona portuguesa, sustentadas en su matrimonio con la heredera lusitana, conducirán a las tropas castellanas y leonesas a la desastrosa jornada de Aljubarrota donde encontraron la muerte numerosos caballeros leoneses tal y como recuerda en su testamento el adelantado Pedro Suárez de Quiñones (C. Alvarez (1982)). Olvidado este pleito de familia con la entronización definitiva del maestre de Avis en el solio portugués, los años finales del XIV y buena parte del XV son testigos de nuevos problemas nobiliarios que derivarán en varias crisis internas y se plasmarán en diversas coaliciones aristocráticas frente al poder real.
En tiempos de Juan I y Enrique III será un bastardo de Enrique II, Alfonso Enríquez, conde de Noreña, quien, con el apoyo de otros personajes de la dinastía real como su hermano Fadrique, duque de Benavente, desafíen el poder del legítimo monarca en Asturias, León, Zamora y Tierra de Campos, aunque tal desafuero culmine en una incautación de sus bienes y en destierro no sin antes haberse extendido su rebelión a las tierras de Babia y Laciana donde, al frente de las tropas enviadas para sofocar la revuelta, le sale al encuentro el caballero Arias de Omaña, que consigue rechazar las pretensiones expansionistas trasmontanas del hermano bastardo del rey. Refugiado en Gijón, consigue pactar con Juan I un tratado por el que se le hereda, entre otros señoríos, en Valencia de Don Juan con el título de conde, al tiempo que revierten a la corona el grueso de sus tierras asturianas según recoge en su artículo sobre este personaje el Doctor Juan Uría (1975).
Sin embargo las diferencias entre el conde Alfonso de Noreña y la monarquía vuelven a estallar con fuerza a comienzos del reinado de su sobrino Enrique III. Con el apoyo de otros miembros del clan regio, alza su voz contra ciertas medidas que reducían el monto de sus rentas. Su altanera actitud forzó al monarca de Castilla a encaminarse a León donde, ante el altar mayor, jura sobre la cruz y los evangelios que confiscará las tierras del conde y entregará Noreña al obispo de Oviedo. Poco después tiene lugar el cerco de Gijón (1394), villa de Don Alfonso, y último reducto fiel del conde antes de ser desterrado y huir a Bayona algún tiempo más tarde tal y como recoge Juan Uría en su mencionado trabajo. Papel singular en estas empresas jugó, siempre del lado del soberano, el Adelantado Mayor de León y Asturias Don Pedro Suárez de Quiñones, cuya estirpe será una de las principales beneficiadas de esta incartación real de los bienes del conde de Noreña, consolidándose, así, su posición destacada en el antiguo reino leonés hasta el extremo de convertirse, en palabras del Doctor César Alvarez (1982), en la principal casa nobiliaria de estas tierras.